HERO – CARMINA, de Ricardo Rubio, poemas al héroe de todos los días comentado por AMADEO GRAVINO

HERO – CARMINA,  Poemas de Ricardo Rubio 2018
por AMADEO GRAVINO

 

Hero – Carmina abre con una frase muy significativa de Thomas Carlyle:

Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe,
pero jamás el que
abandona el combate…

Hero – Carmina

Esta cita de Carlyle (escritor tan valorado por Borges, cuyo libro sobre los Héroes leí con interés tempranamente en el local de la calle Méjico de la vieja Biblioteca Nacional), sumada a una nota liminar aclaratoria de Rubio, nos hacen notar que la intención del poeta será referirse al héroe de todos los días, a las permanentes batallas libradas en su devenir por el héroe de todos los días, es decir el hombre común.

Y lo hace apelando directamente a la poesía épica clásica, apelando a las estructuras formales de la canción de gesta tradicional, para mostrarnos en detalle las peripecias de esas batallas diarias de los seres anónimos que pueblan el mundo enloquecido que nos toca padecer.

Ricardo Rubio

Este es un trabajo serio que se va desarrollando sin trabas, con naturalidad desde el niño, sus primeras sensaciones, sus sueños, sus mitos iniciales, hacia el incierto futuro que lo va envolviendo (¿lo va hundiendo?) en el tiempo posterior que lo llenará de desconcierto, fracasos y frustraciones.

Quiero hacer notar que resulta muy apropiada la riqueza de lenguaje épico y también la secuencia rítmica empleadas a lo largo de los distintos pasajes de la obra, ambas también densas y contundentes hasta el punto de lograr la plena identificación emocional del lector.

El texto de Ricardo Rubio, cuya lectura recomiendo, propone completar el libro de Carlyle sumando El hombre común a las figuras de Mahoma, Shakespeare y los otros héroes que originariamente lo integran. Y según entiendo, logra su propósito plenamente.

 AMADEO GRAVINO
Bs. As., 1/1/2018

Amadeo Gravino

 

 

 

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Fragmentos de HERO – CARMINA, de Ricardo Rubio:

 

 

LIMINAR

El niño despierta al mundo cuando advierte la destreza

Deshoja lanzas y arquería de fresno,
trepa al paraíso y recorta horquetas para llegar más lejos.

Poco a poco domina el arte de las piedras,
da filo a las espadas de palo y practica la alegría.

Luego llegan las mañanas del alfabeto:
las líneas cruzan el papel y el lápiz cristaliza la memoria.

El artificio de esa magia llena el espacio,
da cuenta de realidades tan lejanas como baldías,
toma la voz de un mapa y ordena letras más allá del silencio.

A veces los dedos cierran las vocales y abren la desdicha;
otras veces, el dolor en punto de la noche siembra un velo en la razón.

Tiznado, entre la inercia y los sueños,
el héroe empieza a vivir jugando al desenlace.

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 Hay hechos que quieren suceder,
palabras que ansían ser pronunciadas,
actos que demandan salir de idea.
Reclaman la presencia en el jurado,
en las partes ventajosas del trono;
con avidez buscan la dentellada:
extirpar un desierto, borrar una frontera.

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UN PERIPLO SIN FECHAS HEROICAS

Los primeros intentos despuntan las pasiones,
la necesidad del aire, la lujuria;
solo son señuelos, metáforas de salva.
¿Por qué cargo entonces una lanza
y un escudo sobre estos pies?
¿Un lápiz de sueño en cada mano?
¿Qué busco en el calor de un astro en guerra
si lo correcto importa a nadie?

Una parte de esa deriva arrulla la muerte,
el llanto de madres, el agravio, la tortura,
el furor de hombres sumiendo hijos
en un estanque indecible,
los versos de un capitán
o de un marinero en tierra.

Se trama un héroe en cada estirpe
y en la piel de la historia
se abren refranes a la caza de un sentido.

Nos es dado este fragmento para intuir la luz,
para verla nacer y morir en manos de la ruina,
para ser y no ser entre raudales de azar,
para fatigar su índole,
su esencia de secreto,
su afonía.

LA POSIBILIDAD DE UN HÉROE COMO PROYECTO

El niño funda la sustancia silábica,
una intención de lumbre en el sonido,
el afán de conquista urdido por la razón.

El tiempo traza sueños,
blande armas, ideales, corrige,
y retazos de leyenda buscan
un después que la nombre.
Así llega al destrozo
entre noches y pensamientos de amor,
desde una tiniebla sin horario,
desde un sitio indefinido.

Los deseos aturden cuanto pueden,
intentan controlar el día,
deshecho apenas comenzado.
De ese delirio derivan las señales,
los planes, la artimaña,
las banderas de un heraldo
onduladas por la intriga.

Agito los brazos, las manos, la llama,
¿por qué no brilla un propósito
más allá de la niebla?

¿Dónde se ciñe el abrazo
al concierto de la risa?

Los ideales no bastan,
son ornamentos de un núcleo indeciso,
solemne, sediento, grave,
donde anida la identidad y el espejismo.

LA FIEREZA DEL HÉROE CONJETURA LA CALMA

Mi presagio de callar no es de rodillas.
Soy el riesgo que respira
a la vera de un río,
el brazo sudoroso, la frente afligida,
las piernas agotadas al pie del calendario.
En esta tierra desborda la astucia.
Desorden del plasma, se dice;
puras mentiras.

Cada uno con su carga,
con sus llagas, con su peso;
cada uno postrado al enredo de los años,
con hábitos de abrazo y vergüenza,
costumbres de agravio,
de burla, de apatía.

Me digan ahora lo que quiero,
antes del filo, antes del corte,
espabilados.
Ahora, mientras tolero estar quieto.

 

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